Cuando era pequeña, en toda biblioteca (eso que antes teníamos en casa y que ocupaba gran parte de las estanterías de la pared) se podían encontrar todo tipo de libros. Recuerdo cuando mi padre, a los 13 años, me dijo qué podía leer y qué no debía leer porque aún era pequeña. Lógicamente mis manos se fueron a por aquellos libros que entendí como “prohibidos” para mi edad y así descubrí a Kafka, Tennessee Williams o Pessoa. Claro que esto nos pasaba a todos y nos decían que era cosa del momento político que vivíamos.
Las prohibiciones no se han acabado. Al contrario, creo que estamos en una época en la que muchos son partidarios de prohibir para no asustar a los hijos.
En la mayoría de los centros educativos se prohíbe el uso del móvil. Los adolescentes lo pueden llevar, pero apagado. Es curioso cómo los adultos utilizamos el móvil no sólo como teléfono sino fuente de información o de contacto con otros amigos o profesionales, pero en el colegio el móvil se ve como un artefacto prohibido para que los compañeros no hablen entre sí. Como muchos otros, un documento del Consell Escolar de Catalunya recoge la preocupación por incorporar las nuevas herramientas a la educación y utilizar el móvil correctamente.
Ordenador, tabletas y pizarras digitales también son una realidad en las aulas. Una vez que la herramienta empieza a ser asumida, surgen las preguntas y las prohibiciones. ¿Tenemos que poner un control parental para que nuestros hijos no accedan a contenido no propio para su edad? Me resulta curioso que cuando hablo con profesionales relacionado con las TIC o Internet, pocos hablan de control parental porque son más partidarios de educar y enseñar de dónde y cómo ha de navegar el menor, de dónde ha de tener su dispositivo u ordenador. A los padres nos toca ahora dedicar más tiempo a estar con ellos en este aprendizaje.
¿Nadie ha pensado llevarse el cable de la televisión para que sus hijos no vean el Sálvame de mediodía? Creo que coincidimos en que es altamente tóxico.
Las prohibiciones llegan más allá. A las tabletas de los niños se les bloquea la opción de mensajes para que no pierdan el tiempo hablando con sus compañeros. Hacemos esto cuando los grupos de whatssap de madres y padres hierven por la tarde intercambiando fotos de los libros o de los deberes que algún niño se ha dejado o sacando los colores a algún profesor. ¿En estos centros, algún profesor ha explicado a los niños la utilidad de la mensajería móvil o de la tableta?
No negaré que mi hija, con 8 años llegó un día a casa y me dijo:
- Mamá, un compañero me ha dicho que pones “sexo” en Youtube y sale todo.
Mis pelos se pusieron como escarpias e intenté disimular. Nos sentamos, probamos y nos escandalizamos. Intenté y sigo intentando enseñarle cómo sacar provecho de lo mucho que hay Internet, de que separe lo que sirve y lo que no. También estoy segura de que un día, como hice yo, irá a esa librería (hoy transformada en la inmensidad digital) y cogerá aquello que le dije que no era adecuado para su edad. Y, aunque me pese, ese día habrá crecido un poco más.